Un espacio en blanco manchado de tinta
- Karina Diaz
- 6 mar 2019
- 9 Min. de lectura
Actualizado: 7 mar 2019
Suelo negro, como la tinta al escribir y techo blanco, como el papel. Cintas que delimitan el camino. En el centro, una silla vacía y una mesa. Varios ejemplares esparcidos por la superficie. Las seis y diez de un viernes a finales de julio. Defreds lleva el pelo negro característico del carbón, camiseta blanca de “Gremlins”, vaqueros rotos y zapatillas deportivas. Tiene una mirada nerviosa, igual que un adolescente cuando ve a la chica que le gusta. Se sienta. “Podrían traer otra silla a mi lado, para poder hablar con ellos”. Palabras de alguien que, sin conocer, ya aprecias cercano. Comienza la firma de libros.
Detrás de Defreds se encuentra José Á. Gómez Iglesias. Alguien que convierte lo mundano en extraordinario. No hay una historia emocionante en este nombre artístico, de hecho, no fue elegido para salir en las tapas de un libro. O de cinco, más bien. Quizá fue cosa del destino, o más bien fue el azar. Lo que si hay son recuerdos, recuerdos de hace trece o quince años. Dos hermanos, un teclado y letras unas al lado de otras. Un chico vigués algo tímido, pero enamoradizo. Un joven al que le gustaba leer historias de miedo, las asignaturas de letras y explorar el mundo. Un hombre que, casi sin buscarlo, se ha convertido en autor de relatos con los que la gente – sin importar la edad, ya sea de 18 o 30 años – se sienten identificados.
Sentados en la misma mesa, uno al lado del otro, en mitad de la tienda Fnac en Marbella, la conversación va tomando forma. Gente entrando y saliendo con tantas bolsas en las manos, como si del primer día de rebajas se tratase. Algunos miran con incertidumbre, otros con sorpresa. Increíble, así es como él define todo lo que le rodea. Increíble que algo que comenzó como un hobby (desde que era pequeño) ahora no solo sea su trabajo, sino, además, por lo que es conocido y admirado.
Sus vivencias personales, su círculo cercano o incluso algún caso que le haya llamado la atención, son los ingredientes necesarios para escribir sus textos o como él los llama “pequeños relatos, que nada tienen que ver con poesía”. De forma sencilla, pero directa. En pasado, presente y futuro. Una vez que anota la idea, comienza a desarrollarla y continúa, sin mirar atrás, “porque me parece condicionarlo un poco”. El mar, la ría, la playa, los viajes en tren o la habitación de sus padres – donde todo comenzó – son algunos de los lugares donde le gusta expresar sus pensamientos.
Para Defreds hay libros mucho mejores, pero con que una persona se sienta feliz con los suyos, su objetivo ya está cumplido. Un objetivo simple “es que la gente los lea y se sienta cercana, que disfrute de ellos, que los tengan en su mesilla de noche, que les sirvan para algo especial, que les traigan buenos recuerdos o malos y que, sinceramente, les haga ilusión tenerlos”. Se siente halagado de ser comparado con escritores como Diego Ojeda o Marwan, clasificados en su mismo grupo literario y que forman parte de una élite en el campo de la poesía actual.
Disfruta cada momento igual que al principio, cuando iban a la firma solo 15 personas. Una evolución en crecimiento, pero con un ritmo acompasado, donde la vergüenza sigue siendo una constante permanente antes de cada presentación. Un chico normal con una vida normal que escribía en su casa para desahogarse, ahora es reconocido entre los jóvenes. “Yo jamás hubiera imaginado que alguien algún día haría una cola por mí o me pediría fotos, para mí es una sorpresa”. Su truco es ser uno mismo y, sobre todo, no pretenderlo. No buscarlo, dejar que surja solo. ¿Y cuándo todo esto acabe? ¿Qué pasa? La respuesta es sencilla, pues lo que él ha disfrutado ya no se lo quita nadie, “si se acaba mañana, las 500 firmas que he hecho por España, la gente que ha venido, las ciudades que he conocido, ya no me lo quita nadie”.
Con la mirada puesta en el pasado, comienza a hablar de cómo “casi sin querer” publicó su primer libro. Un perfil más en la red de Twitter, cuando una editorial pequeña contacto con él. “Veían algo especial en lo que escribía”, le habían dicho. A partir de ahí, todo fue hacia arriba, como un avión al despegar. Recostado en la silla, Defreds recuerda ese día con una sonrisa en los labios. Ilusión, eso irradia su voz al contarlo, la misma que tuvo en ese momento porque le dijeron que estaría en La Casa del Libro “y eso para mí fue increíble, aunque no se vendiera ninguno yo siempre podría decir que hay un libro mío ahí y que se quedará para siempre”.
Con las gafas de sol en mano y la mirada al suelo por unos segundos, reconoce que no todo es un arcoíris, no todo es tan fácil. Cuando el comenzó a escribir en Twitter en 2012 – en un principio creado para comentar partidos de fútbol o hablar de música – era un sitio muy divertido, pero ahora es un sitio muy tóxico. “Solo hay gente criticando a otros intentando ganarse 4 retweets de mierda”. Con el paso del tiempo él ha aprendido a lidiar con ese tipo de garrapatas que están en sus casas haciendo comentarios negativos a todo, pero no sin antes haber sufrido por ellos. “Yo reconozco que me dolía que la gente hablara mal de mí sin conocerme de nada, pero yo soy una persona muy feliz y noto que lo que tienen es mucha envidia”.
Sin embargo, las redes han sido las raíces que le han ayudado a florecer. Las palabras de un gallego que han llegado a todos los rincones del mundo en bucle. Palabras que han ayudado a mejorar, a recordar, a superar, a desear...Todo pasa por algo y José Á. Gómez Iglesias agradece haber tenido su oportunidad, pero todo ha sido arriesgar. A todo o nada. Y trabajar, porque nada es regalado.
Dicen que tocarse el brazo es un síntoma de timidez, nerviosismo tal vez. Es lo que muestra cuando le pides que se defina a él mismo, ni que decir cuando habla de hacerse fotos. Risas contagiosas. Miradas furtivas de los que pasan alrededor. Es una persona comprensiva, con la que se puede hablar y que sabe escuchar, bastante sincero siempre que tiene que serlo, pero con delicadeza. Alguien cercano, con un lenguaje campechano. Un hombre con los pies en el suelo que no se ha vuelto loco ni mucho menos, aunque con el ego justo, como cualquiera. Con una firmeza típica de una roca, tiene claro que nada va a cambiar su forma de ser.
Empatía. Otro adjetivo que se le puede añadir a su currículum. Defreds tiene ese don, el de saber ponerse en el lugar de otros sin problemas, por eso cuando alguien le envía un mensaje él no duda en contestar siempre que puede, “porque si tienes diez minutos ¿Por qué no dedicárselos a alguien a quien le pueda hacer mucha ilusión?”. Para él es algo que no se paga con nada, es por lo que le gusta llevar sus redes, tener contacto directo con sus lectores. “Cuando le contesto a alguien pienso que a mí me gustaría que me contestara la persona a quien admiro, sé la ilusión que puede producir, por eso siempre intento pagar con la misma moneda”.
Sobre la mesa en la que antes ha estado firmando libros, ahora descansa su mano derecha, un brazalete de cuero marrón chocolate recubre su muñeca. Su mano izquierda juega con esta. “Hay que intentar mejorar, intentar hacer las cosas lo mejor posible, creo que esa es la clave”. Es el consejo que él quiere dar a otros escritores que estén comenzando. “Si a uno lo que le apasiona es escribir y, además, disfruta con ello, aunque sea plasmando sus cuatro chorradas, entonces no hay que dejar de hacerlo. Que vaya más allá depende de muchas cosas, pero si uno está feliz, ya no tiene nada que perder, ya ha ganado”.
Casi sin querer, Cuando abras el paracaídas, 1775 calles, Historias de un náufrago hipocondríaco y Con un casette y un boli bic son las creaciones de este escritor. Indeciso, como cuando tienes que elegir entre comer pizza o hamburguesa, así es como se encuentra si le preguntas cuál de sus libros es su favorito. Entre risas confiesa que es una difícil elección, “pero quizás del que más estoy contento de la primera etapa es Cuando abras el paracaídas y estos dos últimos que también me gustan”. Pero lo importante es que todas sus obras van a un mismo ritmo. Sin frenos. Publicar un libro hoy en día es muy fácil, pero como añade Defreds “lo difícil es venderlo” y este autor no solo ha conseguido hacer ambas cosas, sino que con cada nueva publicación alcanza el puesto número uno en ventas.
Pero lo que no fue complicado para José Á. Gómez Iglesias fue decidir que quería firmar los dos siguientes al primero con Frida – ahora, Mueve tu lengua – la editorial que confió en él cuando nadie lo había hecho, y no porque pensara que le debiera nada, sino porque valoraba que hubiesen apostado por él y quería devolverles el favor. Tuvo grandes ofertas, de grandes editoriales, pero lo rechazó todo por lealtad y, claro está, porque los otros solo veían el símbolo dólar dibujado en él. A pesar de todo llegó un punto en el que se iba de las manos y con una editorial pequeña no podía llegar a otras fronteras, por lo que al cuarto libro tuvo que cambiar a Espasa. Además, como todos, tiene facturas que pagar, una hipoteca, una familia y para vivir de lo que te gusta siempre tienes que intentar crecer.
En la película El curioso caso de Benjamin Buttom, el protagonista nace con apariencia de un viejo y va rejuveneciendo con el paso de los años. A contracorriente del mundo. El caso de Defreds no es este, pero semejante en cuanto al argumento, recorriendo un camino en dirección contraria a la sociedad, pasando de la pantalla y el teclado a la hoja y el lápiz. Un buen escritor y un buen lector sabe que la línea que divide internet del papel es infinita, porque la sensación de leer en un dispositivo nada tiene que ver con lo que se experimenta al hacerlo con un libro entre las manos, donde el juego de los sentidos entra en acción: el olor, el tacto, la vista y, si apuramos, la imaginación. Es por lo que sus obras en ebook no se publican. “El papel no va a desaparecer”. Internet le dio la oportunidad de nacer, el papel de permanecer.
En estos tres años y pico que lleva viviendo esta experiencia ha aprendido a no ser tan tímido, a ganar en seguridad y tranquilidad, aunque sigue “pecando de tonto” muchas veces. Ha tenido que aprender a no hacer caso de los comentarios, a que le de igual lo que diga la gente sobre él. Plasmar en su máxima esencia lo que siente y quiere trasmitir es lo elemental, pero reconocerse en un 99% de sus textos y sentir la acogida de sus leyentes es lo más importante, incluso más que los libros en sí.
Permanece sentado en la misma silla con la pierna derecha descansando sobre la izquierda, hasta que se acerca una chica e interrumpe con un ejemplar en las manos. Saludos y un autógrafo, aunque la firma haya acabado. Ahora de pie cuenta, con una mirada de orgullo, como su vida ha cambiado desde que ha sido padre de una pequeña de nombre Valentina. Un mini terremoto que se lleva la mayoría del tiempo, pero que le da muchos momentos de risas y, como papá primerizo, comparte algunos de estos instantes con sus lectores. Relatos dedicados a su hija en su último libro muestran el amor que uno puede llegar a tener por un ser tan minúsculo desde el primer instante en el que sus miradas se cruzan.
Aun con su nueva vida, en la que está experimentando la paternidad, siempre intenta sacar huecos para poder estar pendiente de sus redes, para responder a sus seguidores y para escribir sus inquietudes. Lo que no ha cambiado es su vida como José Ángel Gómez Iglesias, un chico del norte con sus amigos de toda la vida, al que le gusta ir de compras, tomar unas cañas en el bar del barrio, comer fuera y viajar con su novia para explorar nuevos lugares. Sin embargo, es una persona muy modesta, que proviene de una familia trabajadora, por ello sabe lo que cuesta ganar las cosas y no es un derrochador. “No soy una persona que despilfarre mucho, me doy mis caprichos que me los he ganado, como operarme la vista que lo necesitaba, por ejemplo, pero nada más que eso”.
Será por su humildad por lo que consigue tener tanto éxito o por su empeño de conectar con sus admiradores, sea cual sea su secreto, este autor gallego llegó al mundo editorial cavándose un hueco entre los grandes y decidido a quedarse. Hay cinco publicaciones y no serán las últimas que se verán, “habrá más sigo teniendo proyectos y de momento las cosas van bien”. Navidad, época del año perfecta para recibir un buen regalo, como una nueva obra del escritor. Diferente, exclusivo, de tapa dura, ilustrado y a color. Un regalo que hará viajar en sueños.
Él consigue eso, que los lectores viajen con sus palabras, viajar del pasado al presente, de Madrid al sur y vuelta al norte, todo desde un espacio en blanco de un libro manchado de tinta. Ya puedes estar en el sofá, en la cama, en la playa, en el tren o en un avión, Defreds hará que te transportes a una realidad paralela, como cuando sacas ese viejo álbum de fotos que siempre vuelves a mirar, una realidad donde los recuerdos permanecerán.

Comentários